miércoles, 9 de enero de 2013

De la ética protestante y el Espíritu del Capitalismo


No pretendemos hacer aquí un análisis riguroso del gran ensayo de Max Weber. Simplemente queremos hacer una pocas aclaraciones respecto de este texto fundamental de la sociología para evitar contrariedades.

Uno de los principales errores que se suele cometer a menudo es el de suponer que Max Weber supone sin más que la ética protestante, e incluso, el simple hecho de ser protestantes es lo que llevo a la Europa del norte a volverse la cuna del capitalismo. De hecho es muy común en la actualidad leer artículos o comentarios periodísticos en los cuales se asume que los protestantes actuales (Alemania o Inglaterra) han logrado sortear la crisis más rápido que los latinos (España o Italia) por el hecho de que estos últimos son católicos.
Lo cierto es que el análisis que pretende Weber no supone una sola causa del surgimiento del capitalismo sino una multiplicidad de ellas, entre las cuales, sin ser necesariamente la de mayor incidencia se encuentra la ética protestante.
Las acciones sociales de los individuos que han dado lugar a determinadas formas de integración social han permitido, también, en el caso de la Europa del Norte la formación de un cierto tipo de economía que se distingue de las anteriores, no como suponía Marx por la apropiación criminal de los medios de producción o por la explotación de los trabajadores y la consecuente exacción de la plusvalía resultante de sus labores, sino por la forma racional de la apropiación de sus recursos.
En su “Economía y Sociedad”, posteriormente el mismo Weber nos hablará de aquella acción racional con arreglo a fines que distingue a la modernidad. Es dicho tipo de acción social la que permite que surja el capitalismo y no otra, digamos, la acción racional con arreglo a valores.
Aquel tipo de acción racional que empieza a desarrollarse entre los protestantes de raigambre calvinista no es exclusiva de ellos. Como tampoco se da que este tipo de acción racional sea la única presente en su obrar cotidiano. En el seno de la iglesia católica se podría constatar la existencia dicho tipo de acción racional en movimientos como el de Ignacio de Loyola.
De todos modos, entre los protestantes calvinistas se dan las condiciones socio-históricas necesarias para la implantación y fortalecimiento de este tipo acción. Weber habla, por ejemplo, de la presión que la doctrina de la predestinación ejerce sobre los miembros de la iglesia reformada. El rigor con que se vincula la acumulación de capitales y la austeridad de vida entre otras cosas con las virtudes más relevantes de la fe cristiana.
El mismo sentido de vocación, entendido como un llamado de Dios, hace que el trabajo denodado sea visto más que como una tarea pesada y necesaria como una urgente expresión del amor a Dios.
Max Weber ve en todos estos aspectos que, lejos de alentar la codicia, la ética protestante promueve un cierto modo de producción racional que se vincula con el trabajo y el ahorro. No está pretendiendo que desde ese momento y para la posteridad sólo los protestantes tendrán la capacidad de acceder a los medios de producción y a la optimización de las ganancias, mientras los católicos o los miembros de cualquier otra religión están condenados al fracaso económico.
De hecho, va un paso más allá Weber en lo referente a los aspectos característicos de la religión protestante. Este tipo de reflexión se encuentra más fuertemente vinculada a los principios de la ilustración y por ende, se percibe más amistosa a los procesos de racionalización que demanda el capitalismo. Cosa que no sucede, por ejemplo en el catolicismo de finales del siglo XIX. La lucha que libraba la Iglesia Católica contra la ilustración evidencia su mayor cumbre con la redacción de la Bula Ineffabilis Deus por parte de Pío IX donde se declara contra toda argumentación teológica y sin basamento bíblico la Inmaculada Concepción de María. Evidentemente, para quien desde la sociología estudia la religión, esto es muestra de una radical retroceso del catolicismo hacia las etapas más oscurantistas del medioevo. 
 

Para Weber, que el protestantismo sea presente como uno de los elementos que causaron el capitalismo es sólo fruto del mayor acercamiento de este tipo de cristianismo tuvo hacia la razón en tanto cazadora de mitos.
Hoy en día, y más aún si hablamos de América Latina, es triste ver que esta vinculación entre el pensamiento protestante y la fe se encuentran gravemente desvinculadas. La letra mata y el espíritu vivifica es la excusa que se pone al desprecio que muchos evangélicos tiene a la reflexión teológica. Lejos de ser un estilo de religiosidad vinculada a una fuerte reflexión racional y a una ética estrictamente aplicable, el evangelicalismo tiende a ser más supersticioso y mítico que como lo fue la iglesia católica del siglo XIX.
De allí que en muchos casos podamos observar que, contrario a lo propuesto por Weber, en muchas ciudades latinoamericanas, los protestantes sean los encarecidos y los católicos los que prosperan.

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