No pretendemos hacer aquí
un análisis riguroso del gran ensayo de Max Weber. Simplemente
queremos hacer una pocas aclaraciones respecto de este texto
fundamental de la sociología para evitar contrariedades.
Uno de los principales
errores que se suele cometer a menudo es el de suponer que Max Weber
supone sin más que la ética protestante, e incluso, el simple hecho
de ser protestantes es lo que llevo a la Europa del norte a volverse
la cuna del capitalismo. De hecho es muy común en la actualidad leer
artículos o comentarios periodísticos en los cuales se asume que
los protestantes actuales (Alemania o Inglaterra) han logrado sortear
la crisis más rápido que los latinos (España o Italia) por el
hecho de que estos últimos son católicos.
Lo cierto es que el
análisis que pretende Weber no supone una sola causa del surgimiento
del capitalismo sino una multiplicidad de ellas, entre las cuales,
sin ser necesariamente la de mayor incidencia se encuentra la ética
protestante.
Las acciones sociales de
los individuos que han dado lugar a determinadas formas de
integración social han permitido, también, en el caso de la Europa
del Norte la formación de un cierto tipo de economía que se
distingue de las anteriores, no como suponía Marx por la apropiación
criminal de los medios de producción o por la explotación de los
trabajadores y la consecuente exacción de la plusvalía resultante
de sus labores, sino por la forma racional de la apropiación de sus
recursos.
En su “Economía y
Sociedad”, posteriormente el mismo Weber nos hablará de aquella
acción racional con arreglo a fines que distingue a la modernidad.
Es dicho tipo de acción social la que permite que surja el
capitalismo y no otra, digamos, la acción racional con arreglo a
valores.
Aquel tipo de acción
racional que empieza a desarrollarse entre los protestantes de
raigambre calvinista no es exclusiva de ellos. Como tampoco se da que
este tipo de acción racional sea la única presente en su obrar
cotidiano. En el seno de la iglesia católica se podría constatar la
existencia dicho tipo de acción racional en movimientos como el de
Ignacio de Loyola.
De todos modos, entre los
protestantes calvinistas se dan las condiciones socio-históricas
necesarias para la implantación y fortalecimiento de este tipo
acción. Weber habla, por ejemplo, de la presión que la doctrina de
la predestinación ejerce sobre los miembros de la iglesia reformada.
El rigor con que se vincula la acumulación de capitales y la
austeridad de vida entre otras cosas con las virtudes más
relevantes de la fe cristiana.
El mismo sentido de
vocación, entendido como un llamado de Dios, hace que el trabajo
denodado sea visto más que como una tarea pesada y necesaria como
una urgente expresión del amor a Dios.
Max Weber ve en todos
estos aspectos que, lejos de alentar la codicia, la ética
protestante promueve un cierto modo de producción racional que se
vincula con el trabajo y el ahorro. No está pretendiendo que desde
ese momento y para la posteridad sólo los protestantes tendrán la
capacidad de acceder a los medios de producción y a la optimización
de las ganancias, mientras los católicos o los miembros de cualquier
otra religión están condenados al fracaso económico.
De hecho, va un paso más
allá Weber en lo referente a los aspectos característicos de la
religión protestante. Este tipo de reflexión se encuentra más
fuertemente vinculada a los principios de la ilustración y por ende,
se percibe más amistosa a los procesos de racionalización que
demanda el capitalismo. Cosa que no sucede, por ejemplo en el
catolicismo de finales del siglo XIX. La lucha que libraba la Iglesia
Católica contra la ilustración evidencia su mayor cumbre con la
redacción de la Bula Ineffabilis
Deus por parte de Pío IX donde se declara contra toda argumentación
teológica y sin basamento bíblico la Inmaculada Concepción de
María. Evidentemente, para quien desde la sociología estudia la
religión, esto es muestra de una radical retroceso del catolicismo
hacia las etapas más oscurantistas del medioevo.
Para
Weber, que el protestantismo sea presente
como uno de
los
elementos
que causaron el capitalismo
es sólo fruto del mayor acercamiento de este tipo de cristianismo
tuvo
hacia
la razón en tanto cazadora de mitos.
Hoy
en día, y más aún si hablamos de América Latina, es triste ver
que esta vinculación entre el pensamiento protestante y la fe se
encuentran gravemente desvinculadas. La letra mata y el espíritu
vivifica es la excusa que se pone al desprecio que muchos evangélicos
tiene a la reflexión teológica. Lejos de ser un estilo de
religiosidad vinculada a una fuerte reflexión racional y a una ética
estrictamente aplicable, el evangelicalismo tiende a ser más
supersticioso y mítico que como lo fue la iglesia católica del
siglo XIX.
De
allí que en muchos casos podamos observar que, contrario a lo
propuesto por Weber, en muchas ciudades latinoamericanas, los
protestantes sean los encarecidos y los católicos los que prosperan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario