jueves, 10 de enero de 2013

La doctrina de la Trinidad

Si bien es cierto que en el texto bíblico no hallamos la palabra “trinidad”, la idea parece implícita. Así, textos como Mateo 28:19, 2da de Corintios 13:14, etc., nos hacen referencia a las tres personas de la trinidad. Era un hecho, que en Cristo se buscaba adorar a Dios mismo, sin embargo faltaba explicitar de qué manera era Jesucristo Dios.

La relación fundamental entre las tres personas mencionadas en estas diversas citas de las Escrituras era algo que no quedaba claro y que parecía no importar a los redactores al momento de anotarlas. No obstante, conforme la iglesia se va expandiendo y ganando adeptos, estos van integrando a la iglesia nuevos elementos y nuevos interrogantes sobre la fe. La Iglesia va dejando de ser un movimiento periférico y sin importancia para ir institucionalizándose. Varios filósofos y pensadores ingresan a la iglesia en esos momentos, otros nacen en el seno de la iglesia y buscan establecer un diálogo entre la fe y la filosofía. Es en base a este diálogo como empiezan a gestarse algunas respuestas respecto a la pregunta por la relación existente entre las tres personas de la trinidad.

Justino Mártir, filósofo pagano venido al cristianismo va a introducir el concepto griego de Logos a la reflexión cristiana. Orígenes de Alejandría buscará establecer un diálogo entre la cosmovisión bíblica y la neo-plátónica desarrollada por Amonio Saccas y Plotino. El Uno trascendente, el Logos como fuerza ordenadora del cosmos, el alma a medio camino entre la materia y Dios, etc. Todos estos, elementos de la reflexión griega, van siendo introducidos, 'bautizados' y utilizados en la reflexión con el propósito de comprender la obra redentora de Cristo.

Es importante recalcar esto último. La inquietud que tienen los nuevos creyentes de los siglos III y IV no es meramente especulativa. La cuestión referente a la salvación se halla inmiscuida en esta inquietud:¿De qué manera puede Cristo ser nuestro salvador?

Sabelio, establece durante el siglo III una relación entre las tres personas de la trinidad que busca rescatar el monoteísmo. Para él Dios es uno solo pero se manifiesta a lo largo de la historia de tres modos diferentes, primero como Padre, en los tiempos del Antiguo Testamento, como Hijo y como Espíritu Santo luego. Esto fue conocido como Monarquianismo modalista. Niega la identidad de las dos personas de la trinidad por salvaguardar la singularidad de Dios. Las tres manifestaciones de Dios no serían sino tres caras del mismo.

Pablo de Samosata (200-272) fue otro creyente que a mediados del siglo tercero intento explicar la relación entre el Padre y el Hijo. Era originario de la provincia de Siria y fue gobernador y ministro del tesoro durante el reinado de Zenobia de Palmira. Además, a partir del año 260 fue obispo de la ciudad de Antioquía.

Este hombre, deseoso de hacer prevalecer el monoteísmo, decía que sólo el Padre era Dios. El Hijo no sería ni Dios ni sabiduría de Dios. Sólo surgiría a partir de la encarnación. El verbo -que existe en Dios como potencia- habría habitado en Jesús como lo hizo en los profetas. La diferencia con aquellos mensajeros de Dios sería cuantitativa más que cualitativa. Se trataría pues, de un hombre igual que todos los hombres solamente que mejor a todos en todos los aspectos. La herejía propuesta por Pablo de Samosata sería conocida como Monarquianismo dinámico. Ambos modelos -el modalista y el dinámico- tenían como preocupación salvaguardar el monoteísmo y evitar que el cristianismo degenere en un triteismo, es decir, en un politeísmo que lo haga disolverse en el mar de religiones paganas de su tiempo.

En Pablo de Samosata también hallamos rasgos de adopcionismo. Jesús habría sido adoptado por Dios como hijo por su rectitud moral. Sería hijo de Dios en base a la libre voluntad de Dios mas no sería hijo de Dios en sentido estricto ni sería de la misma naturaleza del Padre. Durante el sínodo de Antioquía del año 268 Pablo de Samosata y su doctrina fueron condenados.

En la misma ciudad de Antioquía surgiría un nuevo dirigente que sería reconocido como el fundador de la famosa escuela de Antioquía. Se trata de Luciano de Antioquía, quien nació en Samosata al igual que Pablo. Su interés por la interpretación bíblica lo llevó a escribir profusamente. En especial comentarios bíblicos. Se opuso al método alejandrino de interpretación. Contra el método alegórico de aquella ciudad, Luciano desarrollo un estilo interpretativo que podría ser considerado la base de nuestro actual histórico-gramatical.

Luciano de Antioquía (240-312)no sólo tiene el honor de ser considerado el fundador de la escuela de esta ciudad sino que además es considerado el verdadero padre del arrianismo. En efecto, Luciano fue maestro de los más importantes líderes del arrianismo, desde el mismo Arrio, Eusebio de Nicomedia, Leoncio de Antioquía, entre otros. Seeberg dice, de hecho, que la doctrina de Arrio debió haber sido enseñada por Luciano en sus rasgos principales (Seeberg, 1967:207). Los discípulos arrianistas de Luciano serán conocidos como colucionistas en base a una carta que Arrio escribe a Eusebio de Nicomedia en la que se jacta de ser discípulo de Luciano, es decir, lucionista y a su amigo Eusebio lo denomina co-lucionista.

Arrio (256-336) es quien lleva los planteamientos del monarquianismo dinámico de Pablo de Samosata hasta sus últimas consecuencias. Era un presbítero de la ciudad de Alejandría. Fue ordenado Sacerdote y enviado a la Iglesia de San Baucalis en la misma ciudad. A partir del año 318 empieza a dar que hablar debido a una doctrina distinta que empieza a predicar como propia de la iglesia.

Si bien en su formación exegética es profundamente influenciado por Luciano de Antioquía, no cabe duda de que en el aspecto filosófico bebe a grandes tragos del manantial neoplatónico de Alejandría. Pretende, pues, interpretar simple y llanamente el texto bíblico sin darse cuenta -quizás- de que sus lecturas se hallan mediadas por el sistema filosófico de Plotino.

Seis son los elementos fundamentales en el pensamiento de Arrio:
  • El énfasis puesto en el monoteísmo. Para Arrio, la pretensión de poner a Cristo al mismo nivel del Padre equivale a un politeísmo encubierto. Cree además que si el Hijo es no-generado al igual que el Padre, Aquel sería hermano del último y no Hijo.
  • Solamente a Dios se puede caracterizarlo como “sin principio”, “sin origen” y “no-engendrado”. Para Arrio el Hijo llegó a ser por voluntad de Dios, es decir, hubo un tiempo cuando no era. Si bien el Dios es sin principio, el Hijo tuvo un comienzo. Antes de todos los tiempos y las edades fue engendrado por el Padre.
  • Hay una diferencia entre el Logos inmanente a Dios y el Logos que es el Hijo y que también es sabiduría del Padre pero por participación en el Logos inmanente de Dios (ver gráfica). Existen, según Arrio dos Sabidurías, aquella que es coeterna con el Padre y aquella que es el Hijo y que nació de la primera.
  • El Hijo -o Logos- es una criatura de Dios creada para servir de mediadora entre el mundo y Dios. Sería este el encargado de crear el mundo.
  • El Logos es mutable. Si el Logos tiene un origen significa que ha cambiado en el tiempo pues ha pasado del no-ser al ser y que de hecho puede seguir mutando como todas las cosas creadas. La posibilidad de cambiar, implica la posibilidad de fallar y esta posibilidad estaría implícita en el Hijo, sin embargo, Dios le otorgó la gloria anticipadamente porque vio que persistiría. Jesucristo no poseía un alma humana. El lugar de esta lo ocupaba el Logos, es decir el Hijo.
Para Seeberg, “Arrio interpretaba a Pablo de Samosata en el sentido subordinacionista de las declaraciones de Orígenes y llevaba cada afirmación así lograda a su conclusión más extrema (Seeberg, 1967: 208). Por su parte Trevijano expresa que la interpretación de Arrio del kerigma bautismal se da “de acuerdo al molde cosmológico descendente del Platonismo medio que insertaba el intelecto (nous) entre el Uno (Gen) supremo y la materia (hule) más baja” (Trevijano, 2001: 190). En ambos casos se constata que los planteamientos bíblicos, el anhelo de salvaguardar la singularidad de Dios y la búsqueda por explicar la obra salvífica de Cristo son abordadas a través del pensamiento helenista de su tiempo. Finalmente Johannes Quasten sintetiza este nueva doctrina en los siguientes términos: 

Esta doctrina es un producto típico del racionalismo teológico. Satisfacía plenamente a las inteligencias superficiales, pues daba una respuesta sencilla y fácil a la intrincadísima cuestión de las relaciones que existen entre Dios Padre y Dios Hijo. Ahorraba a Arrio y a sus secuaces el trabajo de investigar la vida íntima de Dios, puesto que negaba que existieran en El relaciones internas. Este carácter racionalista atrajo a muchos a la herejía. Además, estas falsas ideas presentaban muchos puntos de contacto con las teorías neoplatónicas, todavía en boga, sobre seres intermediarios entre Dios y el mundo; muchos estaban ya preparados para colocar entre estos seres al Dios de los cristianos. Hay que tener en cuenta, por fin, si se quiere comprender la fuerza de este movimiento, que la teología de Arrio no era enteramente nueva. No era otra cosa que la teoría del subordinacionismo, pero llevada al extremo; en forma más moderada, ya la habían profesado antes que Arrio otros que tuvieron muchos seguidores. (Quasten, 1962)

El fundamento bíblico sobre el cual pretende fundamentar su doctrina Arrio es principalmente la siguiente:
  • Proverbios 8:22
  • Mateo 28:18
  • Juan 17:3
  • Hebreos 1:4; 3:1
  • Hechos 2:36
  • Colosenses 1:15
Estos textos, Arrio “los interpretaba literalmente en línea con la tradición exegética antioquena; pero desde sus presupuestos filosóficos. (Trevijano, 2001: 191)

Debemos cuidarnos, de todos modos, de suponer que Arrio fuera discípulo directo de Orígenes o que su pensamiento siguiera a pie juntillas sus pasos. Al decir que el Logos, el Hijo, no era co-eterno con el Padre rompía con la doctrina origeniana. El pensamiento de Arrio busca preservar la singularidad del Padre, sin embargo, al hacerlo, pone en duda la divinidad del Hijo, y de paso, también la del Padre. Si, como plantea Arrio, hubo un tiempo en el cual el Hijo no existió, significaría que también hubo un tiempo durante el cual el Padre no fue Padre, lo cual implicaría que en Dios hay mutación lo cual es una característica de los seres creados. Así, pretendiendo salvaguardar la singularidad de Dios, Arrio termina por negar aún la divinidad del Padre y hace volver al cristianismo al politeísmo pagano anterior lleno de dioses, semidioses y heroes novelescos.

Alejandro (250-326), obispo de la ciudad de la ciudad de Alejandría será el primero en descubrir los errores subyacentes a la doctrina arriana y durante los años 320-321 condena el arrianismo en un sínodo celebrado en Alejandría. Arrio, excomulgado y desterrado busca el contacto de sus amigos colucionistas para ser reivindicado. En efecto, Eusebio de Nicomedia (280-341), el más poderoso de los amigos de Arrio, será quien dé acogida al heresiarca. Eusebio había sido primeramente Obispo de una ciudad pequeña llamada Berito. Posteriormente y por sus relaciones políticas con la familia imperial logra ser trasladado como obispo en el 318 a Nicomedia donde se hallaba temporalmente la corte imperial y a partir del 338 es nombrado obispo de Constantinopla.

Eusebio reunió entonces en la provincia de Bitinia a un grupo de obispos que apoyaron a Arrio. La actuación de Eusebio no fue del agrado de Alejandro quien reclamó el hecho. Al ver el emperador Constantino que la situación se salía de control busca resolver el problema brevemente enviando a su consejero religioso: Osio de Córdoba (256-357). Este constata que la situación no es de fácil resolución y sugiere la convocatoria de un concilio ecuménico para discurrir sobre el asunto. Es así como llega a gestarse el Concilio de Nicea.

Un personaje importante en las discusiones nicenas va ser Atanasio (300-373). Amigo cercano de Alejandro, llegó a ser obispo de Alejandría en el 328. Durante el concilio de Nicea, Atanasio acompaña a su Obispo Alejandro como diácono. Desde aquel momento se volverá en el más ferviente defensor del símbolo niceno. Este ferviente defensor de la ortodoxia -como ha sido catalogado- recibió a lo largo de toda su vida el acoso de los arrianos. Sea porque “se procuraron el favor del poder civil” o porque “corrompieron a la autoridad eclesiástica” (Quasten, 1962), el hecho es que fue desterrado en cinco ocasiones.

335-337, a Tréveris, bajo Constantino I;

339-345, a Tréveris, bajo Constancio II;

356-361, al desierto egipcio, bajo Constancio II;

362-363, bajo Juliano el Apóstata;

365, bajo Valente.

Sin embargo, a pesar de este atosigamiento, Atanasio se mantiene firme gracias a su gran estabilidad y al temple de su carácter. Seeberg dice: “Permaneció inconmovible en su adhesión a la verdad que había captado, sin apelar a expedientes políticos y sin vacilar, a través de una larga vida, en medio de persecuciones y opresión (Seeberg, 1967: 210)

Atanasio busca mantener la concepción de la unidad de Dios. Ve a Cristo como redentor e intenta definir su naturaleza de acuerdo con los requisitos que plantea su obra redentora. El punto de partida sería este: Si Cristo nos ofrece la vida sobrenatural, necesariamente debe ser Dios. 

Contra Arrio plantea los siguiente elementos a manera de refutación:
  1. Según el planteamiento arriano, la misma divinidad del Padre corre peligro pues al no haber sido siempre Padre, significa que es un ser mutable.
  2. El arrianismo conduce por la vía de Un Dios y un semidiós al politeísmo del mundo pagano.
  3. Si el Logos es criatura de Dios, estamos adorando, en Cristo, a la creación antes que al Creador, lo cual es idolatría.
  4. El arianismo destruye la seguridad de la salvación:
    • En tanto que inferior al Padre, el Hijo no podría reflejarnos la plenitud del Padre.
    • No siendo Dios no puede brindarnos la vida divina. Atanasio dice que “el hombre que participara de una criatura no sería deificado, a menos que el Hijo fuese realmente Dios; y el hombre no sería igual al Padre, a menos que quien asumió el cuerpo fuese por naturaleza también el verdadero Logos del Padre” (Citado en Seeberg, 1967: 211)

Atanasio entonces plantea su comprensión de la relación del Padre con el Hijo y de la salvación.
  1. “... el Padre y el Hijo son dos, mas la monada de la divinidad no es dividida ni separada”
  2. “Hay una fuente original de la divinidad y no dos fuentes originales... hay una monarquía... La naturaleza (ousia) y la persona (Hipóstasis) son una”
  3. Deben entenderse la divinidad del Hijo de modo tal que salvaguardemos la unidad divina.
  4. No acepta Atanasio una mutación fruto de la mezcla del Padre y el Hijo. Ni un Hijo-padre (Huiospator) ni un Dios de una sola naturaleza (monoousia).
  5. El Hijo es una generación de la esencia del Padre. Es diferente de las criaturas en origen y en naturaleza. Es, pues, al igual que el Padre inmutable.
  6. El Hijo procede del Padre por engendramiento. No obstante, aclara Atanasio, no significa esto que el uno se desprenda del otro y forme una hypostais absolutamente autónoma. El Padre y el Hijo se hallan en comunión eterna. No es como en los nacimiento humanos donde el hijo se desprende de la madre. El Hijo es eternamente engendrado así como el Padre se halla generando eternamente al Hijo.
  7. El Logos asumió la carne humana y se hizo hombre
  8. El Logos no se transformó en carne; se relaciona con esta de modo que la usa como instrumento.
De este modo y en base a estos presupuestos, Atanasio se propone establecer un fundamento firme para la salvación del hombre. Cristo sólo podía deificar la carne que asumió porque verdaderamente era Dios y pudo traernos salvación a la humanidad porque verdaderamente aquella carne que asumió era verdaderamente humana.

Al llegar al concilio de Nicea nos hallamos con tres grupos definidos. De un lado se hallaban los arrianos dirigidos por Eusebio de Nicomedia puesto que Arrio mismo no era obispo por lo que no podía representar al grupo. Del otro lado se hallaban Alejandro y Atanasio dispuestos a todo por acabar con el arrianismo. En medio de estos dos bandos se hallaba un partido conciliador dirigido por Eusebio de Cesarea (275-339). Este último era un origenista convencido. Su anhelo era establecer un equilibrio entre las posiciones arriana -que no veía tan errada aunque sí demasiado cargada de términos extrabíblicos- y la de Atanasio que le preocupaba porque amenazaba con descarriarse hacia el sabelianismo.

De todos modos, en medio del concilio se hallaba un buen número de obispos que no sabía exactamente las implicaciones que tenía cada una de estas posturas.

Empezó exponiendo su credo el partido arriano. Lo hizo presentando sus posturas más radicales y con tanta crudeza que fueron rechazados con indignación aún por muchos arrianos. El partido conciliador siguió y propuso una confesión -origenista- bastante indefinida.

Creemos... en un Señor Jesucristo, el Logos de Dios, Dios de Dios, luz de luz, vida de vida, el unigénito Hijo, el promogénito de toda la creación, engendrado por el Padre antes de todas las edades; por medio de quien fueron hechas todas las cosas; quien por nuestra salvación se hizo carne y moró entre los hombres, y sufrió y se levantó al tercer día y Retornó al Padre, y volverá en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos.
Ni el partido de Alejandro y Atanasio ni el del Eusebio de Nicomedia y Arrio podía oponerse a él. Era, a grandes rasgos lo que compartía toda la iglesia. El emperador aprobó este credo pero, por insinuación de Osio de Córdoba, pidió que se incluyera al homoousios (consustancial o de la misma naturaleza que...). Es aquí que ingresa en escena el Partido de Alejandro y Atanasio pues ellos son encargados de añadir el homoousios. Así, pues, con pretexto de añadir el homoousios, El tercer bando redactó el el texto de tal manera que destruyó todo fundamento que pudiesen tener los arrianos.
 
"Creemos en un Dios, el Padre Omnipotente, Creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un Señor Jesús Cristo, el Hijo de Dios, engendrado del Padre, que es de la substancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, mismo Dios de mismo Dios, engendrado, no hecho, siendo de la misma substancia con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas en el cielo y en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo, se encarnó, se hizo hombre, sufrió, se levanto nuevamente al tercer día, ascendió a los cielos, y Él vendrá para juzgar a los vivos y los muertos. Y en el Espíritu Santo. Aquellos que dicen, Que hubo un tiempo cuando Él no era, y Él no era antes que Él fuese engendrado, y Él fue hecho de la nada [Él fue creado], o que dice que Él es de otro hipóstasis, o de otra substancia [que el Padre], o que el Hijo de Dios es creado, que Él es mutable, o sujeto al cambio, la santa Iglesia apostólica anatemiza"
Este credo fue aceptado para preservar la paz. El partido conciliador se mostró renuente pero terminó firmando por complacer al emperador.

El mismo Constantino se encargó de velar por el cumplimiento de los dictámenes establecidos por el concilio. La Iglesia y el Estado se hallaban ahora unidos y por ello, el último se veía en la obligación de sancionar legalmente los fallos del orden teológico.

El proceso posterior a Nicea es resumido por Seeberg de la siguiente manera:
  1. La decisión de la aprobación de los resultados del concilio quedó en manos del partido mediador.
  2. Los arrianos buscaron entonces negociar con este partido una revocación del Credo de Nicea. Los origenistas -el partido intermedio- empezaron a volcarse hacia el lado arriano en busca de dicha revocación.
  3. Una vez que vieron debilitado al partido niceno, los arrianos empezaron a introducir su propio concepto dogmático.
  4. Los origenistas se separaron entonces del partido arriano y se volvieron hacia los homoosianos (el partido de Atanasio y Alejandro).
  5. Finalmente el partido origenista dio su apoyo a Atanasio (cf. Seeberg, 1967: 221).
Una vez que aquellas disputas fueron saldándose aparecen en escena los tres Capadocios, Basilio el Grande (330-379), Gregorio de Niza (335-394) y Gregorio Nacianceno (329-389), quienes se encargarían de delimitar con mayor precisión los conceptos referentes a la doctrina trinitaria.

El punto de partida de los Capadocios es la triada de Hipóstasis divinas. Mientras que Atanasio partía por la naturaleza divina única. Son los Capadocios los que empiezan a hacer una clara distinción entre:
  1. Hipóstasis.- Existencia individual distinta.
  2. Ousia.- Substancia común a todos.
Lo primero que plantean, entonces los Capadocios es que deben reconocerse tres Hipóstasis o prosopa (personas) divinas. El hecho de que se le apliquen diferentes nombres no hacen referencia, como quería Sabelio, a tres formas de presentarse Dios. Las tres Hipóstasis divinas tienen que ver con diferencias reales entre ellos. Cada hipóstasis tiene su peculiaridad, su propiedad y su atributo. En esto, los capadocios hablan específicamente del hecho de que el Padre sea no engendrado mientras que el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo.

De todos modos, si bien podemos hablar de tres personas -como hablamos de Pedro, Pablo y Juan- no implica que hablemos de tres dioses pues comparten una misma ousia, es decir son consubstanciales (homoousios). No es ninguno subordinado a los otros sino que los tres comparten la misma autoriadad, poder y divinidad. De esta manera es como surge la doctrina de la trinidad. Dios es uno en divinidad y tres en individualidades. Basilio declara que “ni la diferencia de las hipóstasis quiebra la continuidad de la naturaleza ni la comunidad de la substancia disipa la peculiaridad de las marcas de la distinción” (Citado en Seeberg, 1967: 232).

Paulatinamente los planteamientos de Nicea fueron consolidándose en todo el imperio.


Bibliografía 

GONZÁLES FAUS, J.I. (1994). La humanidad nueva. Ensayo de cristología, Santander: Sal Terrae.

QUASTEN, Johannes (1962). Patrología. La edad de oro de la literatura patrística griega. Madrid: B.A.C.

SEEBERG, Reinhold (1967). Manual de historia de las doctrinas. Tomo 1. 2a ed. El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones

TILLICH, Paul (1976). Pensamiento cristiano y cultura en occidente. Editorial Aurora

TREVIJANO, RAMÓN (2001). Patrología. Sapientia Fidei. (3a edición). Madrid: B.A.C.

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